¿El DIRCOM nace o se hace?

Miguel E. Antezana C. (*)

La primera década del siglo XXI nos viene trayendo múltiples cambios y evoluciones en el mundo organizacional, empresarial y corporativo en general. A finales del siglo pasado, nadie tenía en mente que el trabajo con las computadoras portátiles, el estar “en línea” todo el tiempo y contar con teléfonos inteligentes –hablando en términos de herramientas tecnológicas- serían imprescindibles para un ejecutivo.

Si nos trasladamos al campo comunicacional y, específicamente en los profesionales de la comunicación social, el cambio cualitativo más importante es la necesidad de formarse (y/o actualizarse) con habilidades empresariales, institucionales y organizacionales, es decir, corporativas; ya que todas las organizaciones, sin importar su rubro, ubicación o tamaño en el mercado, saben la importancia de las comunicaciones como herramienta de gestión corporativa y que de ellas depende su éxito futuro.

No obstante, vale aclarar que nos referimos al manejo profesional de la comunicación, desde el momento de la concepción y planificación, hasta el de la ejecución y control de resultados; y no a una comunicación basada en reacciones frente a acontecimientos, o a actividades que tengan que ver con las relaciones públicas u organización de eventos corporativos, y que son sólo una parte (no el todo) de la Comunicación Corporativa.

Este profesional tiene nombre, no es uno nuevo o inventado, y tiene casi tres décadas de existencia pero que en los últimos años viene incursionando con fuerza en Latinoamérica: nos referimos al DIRCOM, o Director de Comunicación.

¿Cómo nace?

Los lugares de nacimiento son las universidades –ya sea a nivel de pregrado o postgrado-, las escuelas de negocios o institutos reconocidos y especializados en temas de comunicación. A nivel latinoamericano, han venido surgiendo nuevas carreras que en sus nombres tienen las frases comunicación corporativa, comunicación empresarial, organizacional, identidad empresarial, imagen corporativa, etc., que de cierto modo acogen el objetivo del DIRCOM. Pese a que aún existen algunas “escuelas de periodismo”, la realidad influye para realizar ajustes necesarios en los programas de estudios, acordes con los tiempos de cambio y crecientes necesidades del mercado.







En este sentido, el principal cambio es de mentalidad, pues los centros de estudios superiores no deberían formar “periodistas” sino “comunicadores”, y esto no implica un simple cambio de palabra en la carrera sino el reconocimiento de una filosofía sobre la base de la cual deben estructurarse los estudios de este tipo de profesional.

Estamos frente a un profesional cuya preparación tiene elementos –obviamente- de comunicación, pero también de recursos humanos, de administración de empresas, de economía, de sicología, de administración de personal y –sobretodo- de uso de nuevas tecnologías (las cuales cada vez dejan de ser nuevas”, más rápidamente). El DIRCOM es un profesional que se forma para ser una articulación corporativa clave en la organización y no un funcionario más; dejando bien en el pasado la idea de un “periodista” en la empresa que –inclusive- en ocasiones ha sido tratado despectivamente.

¿Cómo se hace?

Como es natural, los requerimientos empresariales siempre tienen carácter de urgencia y no tienen que esperar la aparición de un profesional con estas características en el mercado. Es bajo estas circunstancias que las organizaciones “hacen” un DIRCOM y contribuyen con la profesionalización del manejo comunicacional.

Este proceso viene dado por la conversión de un ejecutivo (no necesariamente del área de comunicaciones, prensa, relaciones institucionales, etc.) en un especialista en Comunicación Corporativa a través del adiestramiento que instituciones de educación superior brindan para estos casos, y por la experiencia que se obtiene día a día con el manejo de miles de casos que las organizaciones enfrentan, tanto de comunicación interna, como externa.

En consecuencia, también existe un gran reto para las escuelas de negocios en el sentido de tener la capacidad de estructurar programas constantemente actualizados y contar con profesionales especialistas que satisfagan las necesidades de formación del mercado. Volvemos a sostener un razonamiento que en otras ocasiones hemos destacado: si la segunda mitad del siglo XX fue de los gurús de la Administración, el siglo XXI será de los especialistas en Comunicación.

ANTEZANA Comunicación Corporativa ®

* Artículo publicado en el diario "El Mundo" (Caracas, Venezuela), lunes 1° de febrero de 2010, pág. 23

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¿Son medibles las utilidades comunicacionales?

Miguel E. Antezana C. (*)

En la entrega anterior expusimos el proceso anual de planificación comunicacional, el cual tiene como resultado final el Plan Estratégico de Comunicación e Imagen (PECI) luego de hacer un realista análisis de la situación interna y externa de la organización, y que servirá como base para plasmar sobre ellos las metas en materia comunicacional.

Ahora el presupuesto

Realizados los pasos previos, establecidos los objetivos comunicacionales (objetivos de imagen) y las acciones que se llevarán a cabo para alcanzarlos con sus respectivas estrategias, hay que cifrar ese plan; es decir, convertir en números las letras plasmadas en el PECI o, dicho de otra manera, hacer el presupuesto.

Este paso per se no es difícil; lo es el conseguir que el área de finanzas, o el grupo encargado de consolidar el presupuesto de la organización, entienda la importancia del PECI y que no sea visto como el “comodín” o el primer rubro al que van a aplicarle los recortes presupuestarios. Lamentablemente –hasta el día de hoy- existen muchas empresas que consideran al área de comunicación como prescindible y por lo tanto la primera a la que hay que reducirle recursos.

Haciendo un mea culpa, hay que admitir que no todo es responsabilidad de “los demás” por no entender la importancia de la comunicación. La falta de preparación, la mala administración y la falta de profesionalismo en la gerencia comunicacional también han sido alicientes para que esta equivocada imagen del área comunicacional se mantenga en el tiempo.

Utilidades tangibles e intangibles

Un principio elemental de cualquier presupuesto es reducir los gastos pero a su vez lograr que lo invertido en el período maximice las utilidades. Las áreas operativas del negocio (productos y servicios) tienen la facilidad de poder reflejar la relación entre inversión y generación de ingresos; situación que no es percibida con la misma facilidad con las actividades de índole comunicacional. Por ello, estas labores tienden a considerarse exclusivamente como gasto e inclusive como un consumo innecesario de recursos.



No obstante, existen herramientas, procedimientos e indicadores que permiten cuantificar los beneficios que genera la Comunicación Corporativa y que la coloca en el mismo nivel –y hasta en uno mayor- que otras áreas vitales de la organización.

Tangiblemente, una correcta comunicación externa traerá como resultado un aumento de las ventas (en un sentido amplio), un incremento de los ingresos y consecuentemente de las utilidades. No obstante, no nos estamos refiriendo exclusivamente a la publicidad. Elementos tan intangibles como la Reputación Corporativa –por ejemplo- deben ser administrados y utilizados estratégicamente, no sólo para posicionar a la empresa en un mercado sino también para generar una imagen positiva entre públicos que no tengan ninguna relación actual con la compañía.

Del mismo modo, una correcta y gerenciada comunicación interna permite que los trabajadores desarrollen sus actividades en un ambiente favorable y que redunde en incrementos paulatinos de la productividad. Así mismo, ese adecuado clima organizacional posibilita que los trabajadores, al ser vehículos comunicacionales fuera de su ambiente laboral, retransmitan una imagen positiva que fortalecerá la percepción que los públicos externos pueden tener de la organización.

¿Cuánto invertir?

El destinar mil millonarios recursos financieros a la comunicación no implica necesariamente que se obtendrán infinitas o mayores ganancias. Como mencionamos al inicio, un realista análisis de la situación interna y externa de la organización es la base para plasmar sobre ellos las metas en materia comunicacional, las estrategias a seguir y los montos a invertir.

El arrollador avance de las herramientas comunicacionales existentes dentro del marco de la Web 2.0 -muchas de ellas, además, de uso masivo y gratuito- obligan a hacer un uso eficiente y eficaz del dinero. Más que nunca debe buscarse la calidad y no la cantidad. La atosigante presencia en diversos medios de comunicación (tradicionales, no tradicionales o electrónicos) no significa que todo el mundo va a prestarle atención a lo que se dice.

* Artículo publicado en el diario "El Mundo" (Caracas, Venezuela), lunes 30 de noviembre de 2009, pág. 14

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Llegó la hora de la Planificación en Comunicación

Miguel E. Antezana C. (*)

Desde mediados de noviembre (algunos con mayor anticipación), las empresas inician el proceso de elaboración del Plan Anual, Plan de Actividades o Plan de Negocios para el año que se avecina. Éste no debería ser un ejercicio meramente administrativo y/o rutinario, pues el resultado es la hoja de ruta que debe seguir la organización durante los 12 meses del próximo calendario.

Generalmente, el Plan es el producto de la consolidación de los distintos sub planes que cada área elabora tomando en consideración el papel que cumplen dentro de la organización. En este sentido, el área de Comunicación no se escapa de esta tarea y mucho menos desde el momento en el que la comunicación es considerada una herramienta de gestión empresarial que, además, brinda servicios internos a todos los eslabones de la estructura organizacional.

Puntos de partida

En el caso que nos atañe, el documento producto del proceso de planificación recibe un nombre muy específico: Plan Estratégico de Comunicación e Imagen (PECI). No es un plan a secas, tampoco es solamente un plan de comunicación; es estratégico e incluye a la imagen como parte de su esencia.






En artículos anteriores hemos destacado a la Imagen Corporativa como la consecuencia del trabajo comunicacional de una organización en su conjunto, de los trabajadores en forma independiente, y de las labores diarias y rutinarias. Así mismo, hemos insistido que, partiendo sobre la base de que la institución posee una identidad propia, los procesos de comunicación están (o deberían estar) realizándose con el objetivo de generar una Imagen siempre positiva.

En consecuencia, es errado referirse a un Plan de Comunicación y dejar por fuera a la Imagen, pues ella –finalmente- es el resultado que buscamos con las acciones comunicacionales articuladas con una estrategia adaptada a la realidad de la organización.

La misión y la visión de la empresa son insumos indispensables para la construcción del PECI; asumiendo –claro está- que la misión es “lo que hace la empresa” y la visión es “a dónde quiere llegar la empresa en el mediano o largo plazo, trabajando sobre la base de su misión”. Definiciones tan imprecisas de la misión como “la razón de ser” no son de gran ayuda como punto de partida, menos aún si lo que requerimos es precisión y claridad.

De adentro hacia afuera

El PECI nunca debe ser un cúmulo de buenas intenciones, de ideas maravillosas o de acciones que sólo se fundamentan en el imaginario del área o del presidente de la empresa. El PECI debe fundamentarse en la “realidad verdadera” de lo que es la organización y del entorno en el que se desarrolla. En este sentido, para un análisis del entorno, debemos considerar en primer lugar el estado en el que se encuentra la Identidad de la empresa, con todos sus elementos inmersos tales como cultura corporativa, comportamiento corporativo y personalidad corporativa.

Si no se tiene conciencia clara de lo que se es, de cómo se es frente a los demás, con los conocidos elementos de un DOFA (Debilidades, Oportunidades, Fortalezas y Amenazas) pero tratados desde un enfoque comunicacional; cualquier análisis posterior tendrá una base endeble que potenciará la inutilidad de las acciones planificadas y la caída de la empresa, en su extremo.

Acto seguido se estudian –recién- los factores del microentorno, es decir, las relaciones, situaciones, realidades existentes con aquellos actores que tienen vínculos directos y constantes (exclusivos o no) con la organización y que posibilitan poner en marcha la misión día a día. Posteriormente analizaremos los factores del macroentorno: aquellos factores que afectan no sólo a nuestra empresa sino a todas las empresas sin distinción de tamaño, número de empleados o algún factor diferenciador en el sector.

* Artículo publicado en el diario "El Mundo" (Caracas, Venezuela), lunes 23 de noviembre de 2009, pág. 23

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