Calidad en la redacción corporativa (II)

Miguel E. Antezana C. (*)

En la entrega anterior destacamos la importancia de la redacción corporativa como responsable de las manifestaciones informativas o comunicacionales en las organizaciones, pero también como una muestra más de la identidad corporativa y, consecuentemente, generadora de imagen. En este contexto, es común notar los aciertos y las fallas conceptuales existentes en la redacción de algunas de las proposiciones de mayor jerarquía que tiene toda organización.

Empecemos por el principio

El que mucho habla; no dice mucho, necesariamente. Esto puede aplicarse a aquellas empresas que quieren tener, además de sus indispensables misión y visión, un listado de principios y otro de valores. Sin embargo, el problema puede radicar en el desconocimiento de lo que es y lo que debe expresar un principio y un valor, conceptos que suelen confundirse.

Un principio, según la acepción más adecuada del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), es una “norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta”. En el caso de valor, de acuerdo con el mismo DRAE, se entiende como la “fuerza, actividad, eficacia o virtud de las cosas para producir sus efectos”. Vale aclarar que estamos tomando en cuenta los significados que más lógica tienen para las organizaciones, de la larga lista de conceptos que expone el Diccionario.



En este sentido, un principio es inamovible, es como un cimiento para el comportamiento corporativo y lo regirá indefinidamente; a menos que la misión de la organización cambie en algún momento. Por el contrario, el valor es una virtud que facilita la eficiencia de las actividades organizacionales; pero podría cambiar en el tiempo de acuerdo con la coyuntura u otros factores que obliguen a asumir otro valor como corporativo.

Veamos un ejemplo: un principio de una institución financiera podría ser la “honradez”. Es inimaginable, inconcebible, que una organización de este tipo no tenga como base de sus actividades la honestidad o rectitud en todo lo haga; ya que es lo que generará la confianza de sus clientes. Del mismo modo, un valor puede ser la “innovación tecnológica”, el cual permitirá que todas sus labores se hagan de una manera rápida, eficiente y que generen la mayor satisfacción en sus públicos.

Sobre la base de este razonamiento, dicho principio se ha mantenido, se mantiene y se mantendrá siempre en las instituciones financieras; pero el mencionado valor podría evolucionar o hasta cambiar en un futuro, de acuerdo con el mismo dinamismo y requerimientos del mercado. Si revisamos las manifestaciones de principios y valores de algunas organizaciones, nos podemos encontrar con algunas sorpresas -y no muy gratas- por el desconocimiento conceptual.

Escribiendo y aprendiendo

Un tema discutido y discutible ha sido siempre el uso de los gerundios, formas de los verbos que denotan acción o estados durativos. Siendo estrictos, su uso se acerca más a un carácter adverbial, es decir, complementar la significación de otro verbo, de un adjetivo o hasta de otro adverbio. Si decimos “estoy escribiendo” es claro que dicha acción tiene una duración finita en el tiempo, ya que en algún momento me detendré.

El uso de gerundios también puede denotar dos acciones (o más) simultáneas, pero que son realmente posibles de hacer a la vez: “bajó las escaleras cantando”. Sin embargo, no es correcto decir que “… se cayó torciéndose el tobillo”, pues estaría expresando que mientras caía, se iba torciendo el tobillo simultáneamente (en realidad la torcedura es consecuencia de la caída).

Todo esto viene a colación por el mal uso de los gerundios en slogans, misiones, visiones u otras manifestaciones de identidad corporativa. En este sentido, si una misión –por ejemplo- expresa que “estamos contribuyendo con…”, la organización está expresando que su labor acaba en algún momento, cuando en teoría es algo que siempre hace y seguirá haciendo. Lo correcto sería decir, "Contribuimos con… ".

Por otro lado, hay quienes sostienen que simplemente el gerundio es una forma verbal no grata para los oídos; y menos agradable cuando hay un mal uso de las palabras y de los conceptos. Por ello es recomendable que si no se tiene la certeza de su utilización, es preferible evitarlo en el lenguaje de la Comunicación Corporativa.

Antezana Comunicación Corporativa ®

* Artículo publicado en el diario "El Mundo" (Caracas, Venezuela), lunes 24 de mayo de 2010, pág. 22


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Calidad en la redaccion corporativa (I)

Miguel E. Antezana C. (*)

Una de las actividades de generación de imagen corporativa más inmediata que existe, e irónicamente muy desatendida, es la redacción; ya sea ésta la realizada a nivel interno, o la que reviste una mayor exposición por su carácter público y notorio, que es la externa.

La redacción corporativa puede encontrarse por donde transite y tenga presencia la organización: en la papelería, en la documentación, en los pasillos de las instalaciones, en avisos, en publicidad, en un sinfín de manifestaciones informativas o comunicacionales; y en cada una de ellas se demuestra el buen manejo, o la desatención o hasta la ignorancia que se tiene a la hora de expresarse como una entidad (en este caso empresarial o institucional) en la sociedad.

Muestra de Identidad

Los pilares de la Identidad Corporativa son el punto de partida para verificar que tan bien o mal se está a nivel de redacción corporativa. Para empezar, la misión debe ser una manifestación clara e inequívoca de “lo que hace” la organización. En este sentido, ese concepto que expresa que la misión “es la razón de ser”, es una frase sin sentido y sin justificación conceptual.



Para demostrarlo, pensemos como individuos: ¿Cuál es la razón de ser de Pedro Pérez? ¿Para qué nació, para qué vino a este mundo? Si –supongamos- la razón de Pedro es ser bombero, quiere decir que nació para ser bombero, se formará para serlo, trabajara como él y no hará otra cosa que ser bombero, pues esa es su “razón de ser”… lo cual es totalmente falso e improbable en una persona.

Del mismo modo que las personas, las organizaciones tienen la capacidad de perfeccionarse, alternar y cambiar la orientación de sus actividades, por lo tanto la “razón de ser” en un concepto errado y estático de la misión; más aún en un mundo dinámico y cambiante.

Por lo tanto, si la misión debe decir “lo que hace” la organización, entonces debe girar en torno a un verbo y –preferiblemente- que demuestre acción en la primera persona del plural, pues nos referimos a un conjunto de personas que la hacen posible. Por ejemplo, en el caso de una institución educativa, la misión contendrá expresiones como "Formamos…", "Educamos…", "Preparamos…" etc., o lo que también es correcto, declarar que “Somos una institución que…” antepuesto al verbo que describe la acción principal que realiza la organización.

De lo bueno, poco

Un gran “pecado” de las misiones es su extensión. Es común encontrar misiones de largos e interminables párrafos que parecieran haber sido redactados con fines poéticos, en vez de ser una expresión de la Identidad Corporativa.

Tomando en consideración que la misión va dirigida a todo tipo de público, interno y externo, debe ser redactada en forma clara, objetiva y concisa; de modo que a cualquier persona le quede claro qué es “lo que hace” la organización.

Por otro lado, y equivalen a fallas más graves que demuestran un desconocimiento profundo en materia comunicacional, también suelen encontrarse organizaciones que exhiben como misión lo que en realidad es una visión, y viceversa. Pero ese punto -y otros- lo trataremos en una próxima entrega.

ANTEZANA Comunicación Corporativa ®

* Artículo publicado en el diario "El Mundo" (Caracas, Venezuela), lunes 10 de mayo de 2010, pág. 23


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